Mi prima me regalo su coche para que pudiera ir a trabajar por los coles de la Region. Me dijo que no le metiera mucha caña. Cuando voy al lugar de trabajo le piso un poco aunque procuro que no pase de 110-120 km/h ya no solo porque no esta para esos trotes sino que además hace un ruido de mil demonios.
Pero cuando vuelvo a casa, como no trabajo por las tardes, el coche no lo subo de 90 y la percepción de la autopista cambia por completo. Obviamente, me adelanta todo el mundo pero los arboles no son manchas verdes, puedo leer los letreros perfectamente, me siento bien.
···Hocus Pocus… Y desapareció.
Es curioso cómo a veces recibo el comentario de que, si no me gusta sentir el rugido del motor y el impulso del coche al acelerarse a 200 por hora, es que no me gusta conducir.
Sin embargo, me gusta conducir. Y, como tú, me gusta ver por dónde voy 🙂
Es que así es como debería conducir todo el mundo. Odio la velocidad…pero más que nada odiaría quedarme estampada como un mosquito en un parabrisas.
Gracias por el comentario! Imagínate si además oí ese tango en un restaurante argentino de Murcia… al lado de la catedral y ayer mismo!
Un abrazo
Raül
Más conduciendo así, y menos contaminación, menos accidentes, menos estrés… aish
Trabajas en escuelas?? 1, 2… probando… aquí una profe de primaria!! 😛